lunes, 22 de diciembre de 2008

Espejo de lo que somos

Lo que es hoy no me pueden acusar de ser políticamente correcto, más bien todo lo contrario, ya que tengo la sensación de ir un poco a la contra en eso de culpar a nuestros jóvenes de diversas tropelías; educativas, sociales e incluso civiles que de todo hay, aunque a fuerza de ser sinceros no es en mi lo habitual. Lamento cargar contra los adultos, entre los que, por edad, he de ser incluido, pero es que hoy toca y no esta de más entonar el “mea culpa” de cuando en cuando.

No es posible sustraer nuestra conducta de la que repetirán nuestros jóvenes adaptada a su forma de ver la vida. Me explicare. Muy claro lo han debido percibir los publicistas que, hace no demasiado, intentaron, por cuenta de no recuerdo que Ministerio, que los mayores enrolásemos a los niños en ese vicio nefasto que supone la lectura. El lema era, y es, “si tu lees ellos leen”. Gran verdad donde las haya, pues sabido de todos es que los niños y jóvenes aplican, casi a rajatabla, aquel refrán tan español del “allá donde fueres haz lo que vieres” y repiten cual papagayos nuestras conductas. Las buenas, pocas veces pero las malas, las malas siempre.

Nosotros, los adultos, siempre atentos a ver la paja en el ojo ajeno, solemos tener bastantes problemas en descubrir la viga en el nuestro y la actitud, que no aptitud, al volante es casi un paradigma de conducta, en muchos casos antisocial donde las haya.

Así pues en el tiempo en que se tarda en vaciar un carrito de los de supermercado, el pasado viernes fui testigo de primera mano de cómo una empleada del centro bregaba con al menos, tres vehículos, para intentar que no aparcasen en una plaza reservada para personas con discapacidad. Cierto que el lugar no andaba sobrado de espacios pero ese mismo argumento aboga por respetar el lugar para quien esta destinado. Probablemente solo suponga una vuelta más en busca del preciado espacio libre pero, claro, ¿que es eso si lo comparamos con el hermoso lugar que se nos ofrece, normalmente amplio e inmejorablemente situado, en la propia entrada del centro comercial? Esto que les narro ocurrió en un centro comercial de mediano tamaño, pero estoy realmente muy acostumbrado a ver la misma escena, sin el empleado que disuada, en el hipermercado que tengo enfrente del lugar donde trabajo. La única diferencia es que allí los vehículos son de muy alta gama y ya se sabe que cuanto más discapacitado se es, mayor y más caro es el vehiculo.

Otro caso similar es el del antisocial, ¿Porque no llamarlo por su nombre?, que colapsa el carril izquierdo de una vía rápida, hasta unos dos kilómetros antes del desvío, por circular a velocidad elevada todo el trayecto y luego “cuchillear” hacia la derecha, cruzándose y colándose delante de todos aquellos que, pacientemente, han aguardado su lugar, a velocidad muy diferente y, sensiblemente menor, en el carril derecho hasta lograr alcanzar el deseado desvío, si es que antes no les ha embestido alguien del carril izquierdo, ejerciendo su Constitucional derecho a ser lo que en Castellano viejo se conoce como “ un jeta”. Es una real lastima que no se trate de un ejemplar en peligro de extinción. Todo lo contrario. Casi se diría que esta en amplia expansión.

Otras opciones son; aparcar en doble fila cerrando a quien haga falta., no respetar los vados, achuchar, de forma nada cariñosa, al que se lleva delante para que acelere o se aparte que también vale, llegar el último a un acto publico, cine, teatro, circo y aparcar en la propia puerta sin reparar en si se deja o no acceso y transito… etc. Seguro que cada quien conoce mil y una de estas, o parecidas conductas, y no es momento de pormenorizarlas todas y esto, que solo son ejemplos referidos al comportamiento vial, podemos extrapolarlos a cualquier orden de la vida.

Lo que si debemos recordar es que quien mantiene estas sanas actitudes lo hace bien a las claras, no hay porque esconderse, y tampoco repara en que todo el mundo le ve, incluidos los menores, y empezando por sus propios hijos. Más tarde cuando pretendan, pretendamos, que los menores, hablando en general, cumplan con unas normas, llamémoslas mínimas de civismo - si, es civismo y no cinismo lo que he dicho - olvidarán, olvidaremos el ejemplo que les damos y les exigiremos una conducta intachable y respetuosa. ¡Faltaría más! Seguro que no sería un ejercicio estéril que reflexionásemos un poco sobre que clase de sociedad y de educación les estamos mostrando a nuestros púberes. Lo mismo el Futuro y la convivencia van en ello.

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