jueves, 3 de diciembre de 2009

Yo quiero ser Morisco

Hay noticias que pasan muy de puntillas por el mundo periodístico. Es lógico si, empleando la, rentable, lógica de los medios cavilamos que para que nos vamos a distraer con filetes y noticias poco agraciadas si tenemos solomillos en forma de bombazos políticos mediáticos. Ésta que ahora comento pertenece al género y como se trata de una noticia serie B no ha generado mucho ruido pero el asunto no deja de tener su enjundia y consiste en que el Gobierno ha parido, nunca mejor dicho, una iniciativa para que se recompense a los descendientes de los moriscos por la expulsión de que fueron objeto en el año 1609 de nuestro señor. En suma, es la, hasta ahora, última memez salida de la fabrica Moncloa.

Si, lo han leído bien, no estoy desbarrando por ausencia o exceso de medicación, ni pruebo el alcohol, sustancias estupefacientes, alucinógenas o similares y tampoco le doy al éxtasis, lo juro hasta por “Snoopy”. Se trata, en esencia, de reparar el agravio que reinando Felipe III se cometió con este grupo social mediante “pastuqui” que se destinará a sus descendientes.

Sinceramente no lo veo fácil, además de tener que lidiar con toda la caterva de “fachas” que, de seguro, se van a oponer al asunto (e inclúyanse en el término todos aquellos que se opongan a la iniciativa, da igual su tendencia, ya saben el conocido “o conmigo o contra mí”). Además de esto decía, esta la nada desdeñable tarea de identificar a quienes argumenten ser descendientes directos de los expulsados. Aunque pensándolo mejor ésta, posiblemente, es la parte más fácil del asunto, solo consiste en tenerlos identificados ya. ¡Como no había caído antes!

Estoy convencido de que las tropas encargadas de sacar físicamente a aquellos españoles del territorio nacional, como, por otra parte, me ocurre a mí y a bastantes personas más, no estaban de acuerdo con lo que se les ordenó. No creo que expulsar a nadie de su casa sea el sistema más correcto para solventar nada, pero, lamentablemente ocurrió hace 400 años y me da en la nariz que, a estas alturas, no tiene remedio.

La oposición argumentó, y a eso iba, que también se podía pensar en recompensar, en la misma medida y más fácilmente puesto que se conoce a sus continuadores, a la Compañía de Jesus por habérseles expulsado del solar patrio. Tan loable proposición y juro no pertenecer a la cita empresa por estado civil y otras variopinteces, no prosperó puesto que una cosa es favorecer al eventual descendiente morisco y otra beneficiar a la Iglesia. ¡Hasta donde podemos llegar! Humildemente también añadiría que descendiendo un par de siglos más habría que indemnizar a los Sefardíes o sus actuales descendientes. A fin de cuentas también unos monarcas que yo estudiaba cuando niño los mandaron lejos, muy lejos.

Yo por mi parte y dado que mi apéndice nasal, sin llegar al mismo nivel que el comentado en su día por el insigne Quevedo, es notoriamente prominente y con cierto cariz arábigo voy a convocar al consejo familiar, empezando por mi hermano, y a investigar en mis ancestros por ver si encuentro algún antepasado morisco y, de puro rebote, me puedo ver beneficiado. A ello voy.

2 comentarios:

Vicente dijo...

Lo del naso o napio abundante me parece un elemento de especial interés en esta noble causa. Yo también me apunto orgulloso, dado que a este lado de los Pirineos, y con Astérix como adalid, no faltan ejemplos de "singulares narices".

Gracias por ese fino "olfato" que se desprende de la lectura del artículo. Me ha emocionado y no consigo quitarme la sonrisa. ¿Será porque aventuro alguna recompensa morisca o sefardí?

Abrazos parisinos

Roberto Fernández Puente dijo...

Se agradece el comentario.

Además de la reflexión se pretende la sonrisa. Objetivo cumplido.

Besos desde el foro.