Hace algún tiempo escuche una de esas, llamémosle, anécdotas sobre como sobrellevaban en los países nórdicos la enorme presión fiscal que soporta el ciudadano de a pie y que, aunque pueda constituir una “leyenda urbana” merece la pena traer a colación.
Se trata ni más ni menos, ni menos ni más, de lo siguiente: supongamos un profesional independiente, para el caso un odontólogo serviría, que esta pensando en reformar su vivienda y otro profesional, u otros que esta hazaña se puede perpetrar con connivencia, que precisan un tratamiento odontológico de esos caros, pongamos por caso una ortodoncia para uno de sus hijos. Si ya tenemos a los participantes y todos están en el “ajo” que diríamos en mi tierra, la cosa va por buen camino, ahora solo resta que uno de los dos, o ambos, propongan intercambiar sus servicios sin pago alguno y lo acepten. Ya tenemos el negocio hecho. Si, efectivamente, el trueque, el olvidado trueque de la Edad Media parece que va a volver y, además, con fuerza. De hecho ya hay quien ya lo pone en práctica a diario con los denominados “bancos de tiempo”.
Con la que esta cayendo, y no me refiero a la climatología sino a la crisis que nos envuelve, y a la que parece no queremos mirar a la cara hasta que nos arrolle como un ferrocarril de mercancías, lo mismo es la solución idónea para capear el temporal. En cualquier caso los aficionados al arte de Cuchares ya lo dicen muy claro “Que Dios reparta suerte”.
Se trata ni más ni menos, ni menos ni más, de lo siguiente: supongamos un profesional independiente, para el caso un odontólogo serviría, que esta pensando en reformar su vivienda y otro profesional, u otros que esta hazaña se puede perpetrar con connivencia, que precisan un tratamiento odontológico de esos caros, pongamos por caso una ortodoncia para uno de sus hijos. Si ya tenemos a los participantes y todos están en el “ajo” que diríamos en mi tierra, la cosa va por buen camino, ahora solo resta que uno de los dos, o ambos, propongan intercambiar sus servicios sin pago alguno y lo acepten. Ya tenemos el negocio hecho. Si, efectivamente, el trueque, el olvidado trueque de la Edad Media parece que va a volver y, además, con fuerza. De hecho ya hay quien ya lo pone en práctica a diario con los denominados “bancos de tiempo”.
Con la que esta cayendo, y no me refiero a la climatología sino a la crisis que nos envuelve, y a la que parece no queremos mirar a la cara hasta que nos arrolle como un ferrocarril de mercancías, lo mismo es la solución idónea para capear el temporal. En cualquier caso los aficionados al arte de Cuchares ya lo dicen muy claro “Que Dios reparta suerte”.